La azarosa historia del Himno Nacional Mexicano II

El 16 de septiembre de 1854, el Teatro Santa Anna se vistió de gala para que una selecta concurrencia escuchara, por vez primera, la interpretación del Himno Nacional Mexicano, que había resultado ganador en el certamen realizado meses antes en la capital del país. Al terminar la presentación, Francisco González Bocanegra y Jaime Nunó, autores de la letra y la música respectivamente, fueron vitoreados por los concurrentes, confirmándose la acertada decisión que habían tomado los jueces del certamen.

Después de este momento glorioso, las vidas de González Bocanegra y Nunó se vieron arrastradas hacia destinos indeseables para los ya afamados artistas, a consecuencia del triunfo de los liberales en la Rebelión de Ayutla, que provocó la renuncia del general Santa Anna, quien había gobernado a México al margen de las instituciones democráticas y apoyado por los conservadores, entre 1853 y 1855.

El exilio de Jaime Nunó

Ante el temor de verse perseguido por el régimen liberal, por haber colaborado con el gobierno de Santa Anna, Jaime Nunó se embarcó rumbo a La Habana, en octubre de 1856. No volvería nunca a residir en México.

El triste destino del poeta González Bocanegra Por su parte, González Bocanegra permaneció en México, a pesar del ascenso al poder de los liberales, cosechando los beneficios de su prestigiada posición. Era común en ese tiempo escuchar los siempre inspirados discursos que pronunciaba el poeta potosino, en los actos cívicos a los que se le invitaba como orador, y encontrarlo participando en tertulias académicas.

Pero al igual que Nunó, González Bocanegra se vio afectado por la inestabilidad política. En diciembre de 1860 concluyó la Guerra de Reforma, en la que los liberales, encabezados por el presidente Juárez, derrotaron a los conservadores. Ante el temor de ser encarcelado por haber colaborado con gobiernos conservadores, el poeta potosino decidió ocultarse en un sótano de la casa de su tío, José María Bocanegra. Eventualmente salía de su escondite disfrazado de indio, para acudir a su casa a visitar a sus hijas.

En aquel sótano lo alcanzó la epidemia de tifo. A consecuencia de la enfermedad, el poeta potosino murió, acompañado de su amada Elisa y de un sacerdote, el 11 de abril de 1861.

Un camino lleno de escollos

Que el Himno Nacional haya surgido de la iniciativa de un presidente conservador y dictatorial, constituyó ciertamente un escollo para que los ciudadanos y los sucesivos gobiernos lo adoptaran como un símbolo esencial de la patria.

En los años que siguieron al certamen que dio origen a la composición de Bocanegra y Nunó, el Himno Nacional fue objeto de múltiples desaires por parte de los sucesivos gobernantes, que organizaban las festividades patrias presentando versiones no oficiales del mismo.

En lo particular, los liberales lo rechazaban por las alusiones que hacía la letra a dos personajes que no eran apreciados por los ideólogos y políticos de esta corriente: López de Santa Anna, mencionado en la estrofa IV con la frase “el caudillo inmortal de Zempoala”, y el general Agustín de Iturbide, mencionado en la estrofa séptima con la frase “de Iturbide la sacra bandera”.

No obstante lo anterior, por sus rasgos épicos y su calidad poética y musical, el Himno decretado como tal por el entonces presidente Santa Anna, no solamente sobrevivió a sus detractores, sino que terminó por imponerse en el sentir del pueblo y de los propios dirigentes liberares.

Baste recordar cómo, en la batalla del 5 de mayo, los soldados del ejército que comandaba el general Ignacio Zaragoza, salieron a combatir a los franceses entonando las vibrantes estrofas del Himno Nacional Mexicano.

Un feliz rencuentro con México

Al principiar el siglo XX, un acontecimiento singular vino a remover el sentimiento patrio de los mexicanos, en relación con su himno. En 1901, uno de los miembros de la delegación mexicana que asistió a la Exposición Panamericana en la ciudad de Buffalo, en Nueva York, se encontró con Jaime Nunó, que era ya un anciano de 76 años. A raíz de este feliz encuentro, Nunó regresó a México después de casi 40 años de ausencia, siendo recibido con honores por el presidente Porfirio Díaz.

En su estancia en la Ciudad de México, Nunó dirigió a las bandas militares en la ejecución del Himno para las fiestas patrias, mientras que la prensa le tributó un emotivo homenaje en el Teatro Arbeu. También fue homenajeado, a 40 años de su muerte, el poeta González Bocanegra, en el Panteón de San Fernando, en donde descansan sus restos.

Tres años más tarde Nunó regresó a México en el Cincuentenario del Himno Nacional. Los últimos años de su vida transcurrieron en Nueva York, al cuidado de su hijo Jaime, hasta su muerte, ocurrida el 18 de julio de 1908.

Uno de los símbolos patrios

A 165 años de su creación, el Himno Nacional Mexicano de González Bocanegra y Nunó, continúa siendo el canto oficial que representa a México y, junto con la bandera y el escudo nacionales, uno de los símbolos patrios de nuestra nación.

Hay que mencionar que el problema que representaba para los gobiernos de México la mención que hacía el himno sobre Antonio López de Santa Anna y Agustín de Iturbide, se resolvió en 1942, al decretar el gobierno del general Manuel Ávila Camacho que la versión oficial de éste quedaba integrada por las estrofas I, V, VI y X, del himno original, intercalando entre ellas cinco veces el coro.

Te recomendamos leer:

Guadalupe Jiménez Codinach. La guía del Himno Nacional Mexicano. Artes de México.

J. Cid y Milet. Génesis e historia del Himno Nacional Mexicano. Costa-Amic Editores.